Eres como la luz de la mañana,
fresca, suave y recién llegada a la tierra,
eres como el fresco manantial
que recorre por doquier emanando libertad.
Eres una doncella de Dios
que tiene un castillo en lo alto,
intocable y cerca de su Creador
para que El se regocije en ella.
Tienes el carisma que da confianza
y produce paz al afligido
pues en tus ojos está la mirada santa
y llena de amor hacia el perdido.
Irradias belleza de adentro a afuera
y no hay nada en ti
que Dios no haya planificado
desde antes que nacieses.
Pura, santificada y revestida
con óleo de alegría y aroma celestial,
así te ve el Padre
cada vez que oras al despertar.
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